En la primavera de 1962 se produjo en las cuencas mineras de Asturias una huelga silenciosa y pacífica que puso en jaque al Gobierno de Franco. El célebre periodista y escritor Jorge M. Reverte describe con tanto rigor como pasión aquel estallido popular que supuso una anticipación muy significativa del deseo de justicia y libertad que se materializaría una década después.
«La furia y el silencio se abre con la caminata que tiene que hacer todos los días Francisco Fernández para
llegar a su trabajo en la mina San Nicolás (Nicolasa). [. . .] Pero está tan harto de tanta explotación que, junto a otros seis picadores, se niega a entrar al trabajo. Un trabajo que se desarrolla en la novena capa de la
mina, a cuatrocientos cincuenta metros de profundidad. Así empieza todo. […] Son siete tipos los que empiezan a cuestionar la explotación, y la chispa se enciende. En una semana, todas las minas próximas están en huelga. A la siguiente son las de la cuenca que queda más cercana, la del Nalón, y las noticias (que entonces van muy lentas) llegan a La Camocha, de Gijón, que también se suma. Un mes después ya se han unido los Altos Hornos de Vizcaya, y van apuntándose los trabajadores de Cataluña, El Ferrol, Sagunto, Jerez,
Madrid… […] En 1959, los sectores duros de la dictadura habían tenido que aceptar las propuestas de los tecnócratas del Opus y empezar a liberalizar la economía. Por ese minúsculo hueco que se abrió en el bloque grisáceo de la dictadura irrumpió la furia silenciosa de cuantos querían democracia y libertad.
AHM
17 noviembre, 2017 a las 5:09 pmEn la primavera de 1962 se produjo en las cuencas mineras de Asturias una huelga silenciosa y pacífica que puso en jaque al Gobierno de Franco. El célebre periodista y escritor Jorge M. Reverte describe con tanto rigor como pasión aquel estallido popular que supuso una anticipación muy significativa del deseo de justicia y libertad que se materializaría una década después.
«La furia y el silencio se abre con la caminata que tiene que hacer todos los días Francisco Fernández para
llegar a su trabajo en la mina San Nicolás (Nicolasa). [. . .] Pero está tan harto de tanta explotación que, junto a otros seis picadores, se niega a entrar al trabajo. Un trabajo que se desarrolla en la novena capa de la
mina, a cuatrocientos cincuenta metros de profundidad. Así empieza todo. […] Son siete tipos los que empiezan a cuestionar la explotación, y la chispa se enciende. En una semana, todas las minas próximas están en huelga. A la siguiente son las de la cuenca que queda más cercana, la del Nalón, y las noticias (que entonces van muy lentas) llegan a La Camocha, de Gijón, que también se suma. Un mes después ya se han unido los Altos Hornos de Vizcaya, y van apuntándose los trabajadores de Cataluña, El Ferrol, Sagunto, Jerez,
Madrid… […] En 1959, los sectores duros de la dictadura habían tenido que aceptar las propuestas de los tecnócratas del Opus y empezar a liberalizar la economía. Por ese minúsculo hueco que se abrió en el bloque grisáceo de la dictadura irrumpió la furia silenciosa de cuantos querían democracia y libertad.
La llama la encendieron los mineros en Asturias».
José Andrés Rojo, El País