El museo de la Minería de Castilla y León, ilumina su Rincón de Luz con una colección de lamparas tempestad
Hace cinco años el Museo de la Siderurgia y la Minería de Castilla y León, con sede en Sabero (León) abría una nueva sección, “Rincón de Luz”, con el objetivo de dar a conocer la importancia de la iluminación en la mina y los diferentes métodos de iluminación que a lo largo de la historia han utilizado los mineros para superar la oscuridad en su trabajo a cientos de metros de profundidad.
Rincón de luz es una sección que tiene carácter permanente pero vocación temporal, al ir cambiando a lo largo del año en varias ocasiones el tipo de lámpara minera que acoge.
Inició su andadura con una pequeña muestra de “Lámparas tempestad” y desde entonces otros muchos modelos han llenado este espacio.
Cinco años después son de nuevo las “Lámparas Tempestad” las protagonistas de la exposición, esta vez con una colección ampliada de más de cincuenta lámparas de diferentes épocas, países y fabricantes.
Al visitante este modelo de lámpara seguramente le evocará viejas películas del oeste americano o largas travesías en barco, ya que las tempestad, por sus características, fueron muy usadas en la mineria de EEUU, fundamentalmente en la minería del oro y también aprovechadas en ferrocarriles y vapores.
Las lámparas de queroseno o petróleo, como explica José Manuel Sanchis, uno de sus principales estudiosos, tienen su origen ligado al descubrimiento del oro negro en 1859, y recibieron nombres diversos según el país en que eran construidas o empleadas: “sturmlaternen” en Alemania, “wind-lamps” o “hurricane lamps” en Estados Unidos, “luz brillante” en Cuba, “lámpara de parafina” en Chile, “Canfín” en Costa Rica o “paraffin-lamp” en Inglaterra. En España adoptaron la denominación de “lámparas tempestad”, aunque fueron popularmente más conocidas como “lámparas de petróleo”.
Su inventor fue el farmacéutico e inventor polaco Ignacy Lukasiewicz en 1853, basándose en los principios del funcionamiento del quinqué descubiertos por elquímico suizo Aimé Argand y adaptando antiguas lámparas de aceite de ballena a combustible como “naffatah” (nafta).
La aparición de este nuevo sistema de iluminación, mucho más limpio, barato y seguro que los aceites que hasta entonces eran empleados, propició un rápido desarrollo de este tipo de lámparas que más tarde serían sustituidas por las deacetileno y, posteriormente, por las eléctricas. Su uso estuvo destinado principalmente a espacios al aire libre, tales como granjas, buques, carruajes, ferrocarriles, cuerpos de bomberos, obras públicas, etc. , dada la gran resistencia que poseía ante las fuertes corrientes de aire, que la hacían prácticamente inextinguible. La minería las adoptó igualmente, emplazándolas generalmente en lugares fijos, como las bocas de los pozos, los galerías de ventilación y, lógicamente, en todos aquellos puntos en que los vientos alcanzaran cierta intensidad. No obstante, fue empleada también como alumbrado portátil en muchas minas alemanas e inglesas, desde donde cruzaron el océano Atlántico acompañando y alumbrando a los pioneros que acudieron en masa a la llamada del oro norteamericano
La exposición, puesta en marcha por la Consejería de Cultura y Turismo de la Junta de Castilla y León, podrá visitarse en horario de museo de forma gratuita hasta el mes de agosto
1 marzo, 2019