La Mina Delfina se localiza a unos dos kilómetros al Sur de la localidad de Ortiguero, en el Concejo de Cabrales. Sus coordenadas U.T.M. son X:342300 e Y:4799500. El acceso no plantea mayor problema que llegar al Alto de Ortiguero y, entrando en el pueblo, subir hasta las casas que se encuentran en el lugar más elevado de la localidad. Desde allí y cercano a una fuente de abrevar ganado, parte un camino carretero practicable en coche y que conduce a la Hoya de Alda (también llamados Hoyos de Alda). Otro acceso al lugar, es el que saliendo del Camping “Picos de Europa” en Avín, sube por pista hasta Alda, este último sólo practicable en todo-terreno, si bien en el camping se puede obtener una documentada y valiosa información sobre el rico patrimonio minero de la zona y la forma más sencilla y práctica de acceder a él.
La Hoya de Alda es una gran dolina en roca caliza por donde pasa el límite de los Concejos de Cabrales y Onís. En ambos extremos de la hoya, se localizan restos de explotaciones mineras de cobre, situados en un marco paisajístico incomparable como es el de los Picos de Europa.
La mina Delfina perteneció a Jaime Innes Reid, Vicecónsul de Inglaterra en Bilbao, pasó después a sus hijos John Hugo Luis y Jessie-Delphine de donde tomó el nombre de la “Delfina”. Los naturales del lugar la conocen como la “mina de Alda” o la “Minona”, en diferenciación clara con la “Minina” (un minado en el otro extremo de la Hoya, hoy camuflado por la vegetación y de menor envergadura). A ambas se las denomina también como minas de Alda. A la muerte de Jessie-Delphine, la propiedad pasó al marido de ésta, Thomas Winfield Pears.
La mina fue cedida en arriendo a la Sociedad Minero-Química Española, S.A. por un año, y prorrogable por 30 más a partir de abril de 1953, pero el arriendo se dio por concluido al año siguiente.
Posteriormente, en 1956, fue vendida a la Sociedad Cobre Electrolítico y Metales de Gijón. Esta sociedad registró en Cabrales tres permisos de investigación de la zona que abarcaban más de 12.000 Ha, así como realizó varias instalaciones de las cuales la más importante fue una planta amoniacal en Ortiguero para el tratamiento del mineral. Los concentrados se enviaban a Gijón, donde la compañía poseía una instalación para la electrolisis del cobre. Los trabajos cesaron en 1958, con el total abandono de las instalaciones.
Geológicamente, el yacimiento arma en calizas de la formación Picos de Europa (Carbonífero Westfaliense). De las últimas labores se conserva un pozo rectangular de 48 metros y una rampa pronunciada que busca el filón. Las labores se centraron principalmente en una veta de dolomía mineralizada de un metro de potencia que hace de ganga entre dos lechos de caliza, y donde abundan los carbonatos de cobre y los cobres grises. La inclinación del filón es de unos 70º, y continúa de forma definida y constante en dos pisos de explotación, hasta los 100 metros de profundidad, donde un tercer piso inundado se presenta como carente de mineral. Dentro de la mina pueden verse los restos de la red de electrificación y aire comprimido.
La mina aún posee un castillete con dos jaulas, una tolva de carga de mineral para su transporte en camiones y una pequeña caseta que hizo las veces de polvorín. Hasta hace relativamente poco contaba con una serie de instalaciones auxiliares de edificaciones que fueron demolidas por la Consejería de Industria y Energía del Principado. El motor eléctrico que accionaba el castillete, junto a los escombros de dichas instalaciones, fueron arrojados a un gran pozo que se encuentra en el minado, con la vana intención de cegar el hueco y tapar la mina.
Al parecer, tras un accidente de una pareja de aficionados a la mineralogía que se encontraban buscando minerales en su interior, se consideró un lugar peligroso, y propenso por tanto al accidente, por lo que se decidió tomar las medidas oportunas para evitar nuevos peligros. Si bien es cierto que existen varios pozos sin señalizar y de profundidad respetable tapados por la vegetación, no es menos cierto que toda la zona esta sometida a una acción kárstica que hace del entorno un verdadero queso de gruyere, donde detrás de cada piedra o de cada tojo se ocultan las simas y cavidades propias de tan singular paraje, igualmente peligrosas y por extensión inabarcables en un pretendido cerramiento como medida de seguridad.
Con tal fin, pero exclusivamente en las bocaminas, se personó un Ingeniero de Minas de la Consejería y una subcontrata de obras como ejecutores de las mismas. Tras arrojar por una de las bocas parte de las instalaciones más cercanas, procedieron a continuar basculando los restos de las escombreras al interior de la mina en su pretendido intento por cegarla.
Los incidentes se precipitaron al avisar un pastor de la zona (que utilizaba la mina habitualmente como lugar de curación y almacenaje de quesos) a los vecinos, quienes coordinados por los gestores del camping, pusieron sobre aviso a las autoridades locales y se personaron en el lugar, paralizando las obras justo a tiempo de evitar que el castillete fuera derribado.
Lógicamente los de la subcontrata protestaron (se quedaban sin tarea) y el ingeniero argumentaba que estaba haciendo su trabajo.
Las negociaciones llegaron a su clímax cuando uno de los concejales de Cabrales pretendía arrojar por el pozo a los responsables de semejante barbarie, hasta que se llegó a una solución de compromiso. Se les convenció de que pusieran unas vallas metálicas perimetrales (con lo que la subcontrata pudo cobrar por hacer algo), y se plantaron unos arbolitos (para paliar el impacto medioambiental), que fueron digeridos con evidente placer por las vacas locales.
Obviamente, los infractores carecían del permiso de obras municipal y desconocían que estaban destruyendo una de las minas emblemáticas asturianas, ya explotada desde época prehistórica y en la que se encontraron en su día instrumentos mineros semejantes a los descubiertos en las galerías del Aramo.
La Delfina, al igual que otras explotaciones cercanas de la zona, fueron el germen de la más antigua explotación minera de la que hay constancia del Norte de España. A pocos kilómetros se encuentra la celebre mina el “Milagro” (Onís), que en la analítica de carbono 14 de sus famosos cráneos verdes, la sitúa en una antigüedad de más de 4.000 años desde el presente, período que correspondería al Calcolítico – Bronce Inicial. A corta distancia también aparecieron dos de los testimonios históricos más importantes de la minería y metalurgia española de época antigua, como son el ocultamiento o tesoro de Gamonedo (Onís), compuesto por una serie de lingotes obtenidos de una primera reducción de las menas cupríferas, y el depósito de hachas de bronce de Asiego (Cabrales), que denotan los productos y la forma en que se produjo la circulación del metal de estas minas. Recientemente, en la cueva de Arangas (Cabrales), a unos 10 kilómetros de la Delfina, han aparecido los restos de metalurgia más antigua de la Cornisa Cantábrica, que sin duda se sirvió de estas minas, como fuente de aprovisionamiento para dicha actividad metalúrgica.
concejodecabrales.com
21 febrero, 2016 a las 11:29 pmLa Mina Delfina se localiza a unos dos kilómetros al Sur de la localidad de Ortiguero, en el Concejo de Cabrales. Sus coordenadas U.T.M. son X:342300 e Y:4799500. El acceso no plantea mayor problema que llegar al Alto de Ortiguero y, entrando en el pueblo, subir hasta las casas que se encuentran en el lugar más elevado de la localidad. Desde allí y cercano a una fuente de abrevar ganado, parte un camino carretero practicable en coche y que conduce a la Hoya de Alda (también llamados Hoyos de Alda). Otro acceso al lugar, es el que saliendo del Camping “Picos de Europa” en Avín, sube por pista hasta Alda, este último sólo practicable en todo-terreno, si bien en el camping se puede obtener una documentada y valiosa información sobre el rico patrimonio minero de la zona y la forma más sencilla y práctica de acceder a él.
La Hoya de Alda es una gran dolina en roca caliza por donde pasa el límite de los Concejos de Cabrales y Onís. En ambos extremos de la hoya, se localizan restos de explotaciones mineras de cobre, situados en un marco paisajístico incomparable como es el de los Picos de Europa.
La mina Delfina perteneció a Jaime Innes Reid, Vicecónsul de Inglaterra en Bilbao, pasó después a sus hijos John Hugo Luis y Jessie-Delphine de donde tomó el nombre de la “Delfina”. Los naturales del lugar la conocen como la “mina de Alda” o la “Minona”, en diferenciación clara con la “Minina” (un minado en el otro extremo de la Hoya, hoy camuflado por la vegetación y de menor envergadura). A ambas se las denomina también como minas de Alda. A la muerte de Jessie-Delphine, la propiedad pasó al marido de ésta, Thomas Winfield Pears.
La mina fue cedida en arriendo a la Sociedad Minero-Química Española, S.A. por un año, y prorrogable por 30 más a partir de abril de 1953, pero el arriendo se dio por concluido al año siguiente.
Posteriormente, en 1956, fue vendida a la Sociedad Cobre Electrolítico y Metales de Gijón. Esta sociedad registró en Cabrales tres permisos de investigación de la zona que abarcaban más de 12.000 Ha, así como realizó varias instalaciones de las cuales la más importante fue una planta amoniacal en Ortiguero para el tratamiento del mineral. Los concentrados se enviaban a Gijón, donde la compañía poseía una instalación para la electrolisis del cobre. Los trabajos cesaron en 1958, con el total abandono de las instalaciones.
Geológicamente, el yacimiento arma en calizas de la formación Picos de Europa (Carbonífero Westfaliense). De las últimas labores se conserva un pozo rectangular de 48 metros y una rampa pronunciada que busca el filón. Las labores se centraron principalmente en una veta de dolomía mineralizada de un metro de potencia que hace de ganga entre dos lechos de caliza, y donde abundan los carbonatos de cobre y los cobres grises. La inclinación del filón es de unos 70º, y continúa de forma definida y constante en dos pisos de explotación, hasta los 100 metros de profundidad, donde un tercer piso inundado se presenta como carente de mineral. Dentro de la mina pueden verse los restos de la red de electrificación y aire comprimido.
La mina aún posee un castillete con dos jaulas, una tolva de carga de mineral para su transporte en camiones y una pequeña caseta que hizo las veces de polvorín. Hasta hace relativamente poco contaba con una serie de instalaciones auxiliares de edificaciones que fueron demolidas por la Consejería de Industria y Energía del Principado. El motor eléctrico que accionaba el castillete, junto a los escombros de dichas instalaciones, fueron arrojados a un gran pozo que se encuentra en el minado, con la vana intención de cegar el hueco y tapar la mina.
Al parecer, tras un accidente de una pareja de aficionados a la mineralogía que se encontraban buscando minerales en su interior, se consideró un lugar peligroso, y propenso por tanto al accidente, por lo que se decidió tomar las medidas oportunas para evitar nuevos peligros. Si bien es cierto que existen varios pozos sin señalizar y de profundidad respetable tapados por la vegetación, no es menos cierto que toda la zona esta sometida a una acción kárstica que hace del entorno un verdadero queso de gruyere, donde detrás de cada piedra o de cada tojo se ocultan las simas y cavidades propias de tan singular paraje, igualmente peligrosas y por extensión inabarcables en un pretendido cerramiento como medida de seguridad.
Con tal fin, pero exclusivamente en las bocaminas, se personó un Ingeniero de Minas de la Consejería y una subcontrata de obras como ejecutores de las mismas. Tras arrojar por una de las bocas parte de las instalaciones más cercanas, procedieron a continuar basculando los restos de las escombreras al interior de la mina en su pretendido intento por cegarla.
Los incidentes se precipitaron al avisar un pastor de la zona (que utilizaba la mina habitualmente como lugar de curación y almacenaje de quesos) a los vecinos, quienes coordinados por los gestores del camping, pusieron sobre aviso a las autoridades locales y se personaron en el lugar, paralizando las obras justo a tiempo de evitar que el castillete fuera derribado.
Lógicamente los de la subcontrata protestaron (se quedaban sin tarea) y el ingeniero argumentaba que estaba haciendo su trabajo.
Las negociaciones llegaron a su clímax cuando uno de los concejales de Cabrales pretendía arrojar por el pozo a los responsables de semejante barbarie, hasta que se llegó a una solución de compromiso. Se les convenció de que pusieran unas vallas metálicas perimetrales (con lo que la subcontrata pudo cobrar por hacer algo), y se plantaron unos arbolitos (para paliar el impacto medioambiental), que fueron digeridos con evidente placer por las vacas locales.
Obviamente, los infractores carecían del permiso de obras municipal y desconocían que estaban destruyendo una de las minas emblemáticas asturianas, ya explotada desde época prehistórica y en la que se encontraron en su día instrumentos mineros semejantes a los descubiertos en las galerías del Aramo.
La Delfina, al igual que otras explotaciones cercanas de la zona, fueron el germen de la más antigua explotación minera de la que hay constancia del Norte de España. A pocos kilómetros se encuentra la celebre mina el “Milagro” (Onís), que en la analítica de carbono 14 de sus famosos cráneos verdes, la sitúa en una antigüedad de más de 4.000 años desde el presente, período que correspondería al Calcolítico – Bronce Inicial. A corta distancia también aparecieron dos de los testimonios históricos más importantes de la minería y metalurgia española de época antigua, como son el ocultamiento o tesoro de Gamonedo (Onís), compuesto por una serie de lingotes obtenidos de una primera reducción de las menas cupríferas, y el depósito de hachas de bronce de Asiego (Cabrales), que denotan los productos y la forma en que se produjo la circulación del metal de estas minas. Recientemente, en la cueva de Arangas (Cabrales), a unos 10 kilómetros de la Delfina, han aparecido los restos de metalurgia más antigua de la Cornisa Cantábrica, que sin duda se sirvió de estas minas, como fuente de aprovisionamiento para dicha actividad metalúrgica.
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