Esta fotografía fue tomada el 12 de Octubre de 1969 y en ella pueden verse los Cuarteles de Tablao. La vivienda obrera asociada a la extracción carbonífera tiene sus orígenes en un modo de control empresarial sobre los trabajadores denominado “paternalismo”, que garantizaba el aprovechamiento y la fidelidad de la fuerza de trabajo. Se ha considerado una estrategia patronal para asentar la mano de obra en las zonas industriales y un modo de disciplinarla y controlarla. Es sabido que la minería asturiana fue un sector económico en el que, aproximadamente durante un siglo, se pusieron en práctica estas técnicas empresariales de gestión del personal paternalistas.
Se aplicaban políticas asistenciales que encubrían una intromisión en la vida privada de los obreros, lo que resultaría inadmisible en un Estado liberal. La supervisión del patrón o sus delegados dentro del horario laboral podía ser constante y completa, al menos en teoría, pero fuera del mismo no le asistía ningún derecho a controlar las actividades de sus trabajadores, y prácticas como la construcción de viviendas obreras, escuelas para hijos de trabajadores o parques, aseguraban ese control encubierto. El apogeo de este tipo de instalaciones tuvo lugar después de la primera Guerra Mundial y todas tenían características parecidas. Se buscaba que fueran núcleos intencionadamente aislados geográficamente y cercanos al puesto de trabajo para que el paternalismo del propietario-empresario lograra crear una ideología y establecer un control doctrinal, todo enmascarado bajo el nombre de filantropia.
En la provincia asturiana inició los poblados la Real Compañía Asturiana de Minas de 1862, y las continuaron en esta línea la Fábrica de Mieres, las Hulleras de Turón, y la Duro Felguera que construyó el Barrio Obrero del Pilar y el Barrio Obrero Marqués de Urquijo; aunque la que más sobresalió, por cantidad como por calidad, fue la Sociedad Hullera Española y su “jaula de oro”, como era denominada despectivamente por los afiliados al Sindicato Minero Asturiano, el poblado minero de Bustiello. (“El socialismo y la vivienda obrera en España (1926-1939): la cooperativa …” Luís Arias González y “Del Pozo a Casa: genealogías del paternalismo minero contemporáneo” Jorge Muñíz Sánchez).
El control de la mano de obra que perseguían se extendió, no sólo a los trabajadores, sino también a sus familias, y a toda la zona en la que se localizaban las explotaciones de la empresa, mediante el control de las autoridades y caciques locales, así como de los curas, médicos, etc. Dicho control a través de prestaciones sociales queda patente en la creación y distribución de economatos, la asistencia médica, los centros educativos religiosos, las cajas de retiros y de socorro, etc. así como la construcción de viviendas para los trabajadores. Los cuarteles son una tipología que en poco se diferencia en amplitud o confort al resto de viviendas del momento pero que contaban con el incentivo de ser gratuitas o de renta muy baja, por estar dentro de los terrenos de la empresa, y que conlleva la insalubridad y contaminación del entorno fabril.
Más de 200 bocaminas y unos 6.400 trabajadores llegaron a concentrarse en el valle mierense de Turón a mediados del siglo XX. En el año 1880, vivían en la zona 2.600 habitantes y apenas dos décadas después, en 1919 , la población aumentó a 9.866 residentes merced al desarrollo industrial. El artífice principal fue, sin duda alguna, Hulleras del Turón. La localidad es ahora una de las zonas más deprimidas de la comarca. Y su población apenas supera los 6.300 habitantes.
AMS
3 agosto, 2011 a las 12:40 pmEsta fotografía fue tomada el 12 de Octubre de 1969 y en ella pueden verse los Cuarteles de Tablao. La vivienda obrera asociada a la extracción carbonífera tiene sus orígenes en un modo de control empresarial sobre los trabajadores denominado “paternalismo”, que garantizaba el aprovechamiento y la fidelidad de la fuerza de trabajo. Se ha considerado una estrategia patronal para asentar la mano de obra en las zonas industriales y un modo de disciplinarla y controlarla. Es sabido que la minería asturiana fue un sector económico en el que, aproximadamente durante un siglo, se pusieron en práctica estas técnicas empresariales de gestión del personal paternalistas.
Se aplicaban políticas asistenciales que encubrían una intromisión en la vida privada de los obreros, lo que resultaría inadmisible en un Estado liberal. La supervisión del patrón o sus delegados dentro del horario laboral podía ser constante y completa, al menos en teoría, pero fuera del mismo no le asistía ningún derecho a controlar las actividades de sus trabajadores, y prácticas como la construcción de viviendas obreras, escuelas para hijos de trabajadores o parques, aseguraban ese control encubierto. El apogeo de este tipo de instalaciones tuvo lugar después de la primera Guerra Mundial y todas tenían características parecidas. Se buscaba que fueran núcleos intencionadamente aislados geográficamente y cercanos al puesto de trabajo para que el paternalismo del propietario-empresario lograra crear una ideología y establecer un control doctrinal, todo enmascarado bajo el nombre de filantropia.
En la provincia asturiana inició los poblados la Real Compañía Asturiana de Minas de 1862, y las continuaron en esta línea la Fábrica de Mieres, las Hulleras de Turón, y la Duro Felguera que construyó el Barrio Obrero del Pilar y el Barrio Obrero Marqués de Urquijo; aunque la que más sobresalió, por cantidad como por calidad, fue la Sociedad Hullera Española y su “jaula de oro”, como era denominada despectivamente por los afiliados al Sindicato Minero Asturiano, el poblado minero de Bustiello. (“El socialismo y la vivienda obrera en España (1926-1939): la cooperativa …” Luís Arias González y “Del Pozo a Casa: genealogías del paternalismo minero contemporáneo” Jorge Muñíz Sánchez).
El control de la mano de obra que perseguían se extendió, no sólo a los trabajadores, sino también a sus familias, y a toda la zona en la que se localizaban las explotaciones de la empresa, mediante el control de las autoridades y caciques locales, así como de los curas, médicos, etc. Dicho control a través de prestaciones sociales queda patente en la creación y distribución de economatos, la asistencia médica, los centros educativos religiosos, las cajas de retiros y de socorro, etc. así como la construcción de viviendas para los trabajadores. Los cuarteles son una tipología que en poco se diferencia en amplitud o confort al resto de viviendas del momento pero que contaban con el incentivo de ser gratuitas o de renta muy baja, por estar dentro de los terrenos de la empresa, y que conlleva la insalubridad y contaminación del entorno fabril.
Más de 200 bocaminas y unos 6.400 trabajadores llegaron a concentrarse en el valle mierense de Turón a mediados del siglo XX. En el año 1880, vivían en la zona 2.600 habitantes y apenas dos décadas después, en 1919 , la población aumentó a 9.866 residentes merced al desarrollo industrial. El artífice principal fue, sin duda alguna, Hulleras del Turón. La localidad es ahora una de las zonas más deprimidas de la comarca. Y su población apenas supera los 6.300 habitantes.